junio 13, 2007

Las mentiras

La verdad muchas veces duele, pero seguro no mata, dice el lugar común. Ser sincero a veces da miedo, implica responsabilidad y valentía. Pero también hay espacios que uno prefiere preservar. Y aquello de lo que no se habla puede necesitar de la mentira para ser encubierto.

En general, mentimos cuando consideramos que algo que hicimos, sentimos o pensamos debe permanecer oculto. Los motivos por los cuales “eso” no debe saberse son variados: quizá lo que nos ocurre esté mal visto, tal vez pueda lastimar a algún ser querido, ponernos al descubierto o en peligro.

Generalmente, lo que sucede es que donde hay una mentira hay temor, miedo a ser reprobado por haber hecho algo inadecuado, a dañar a otro, o a que algo se nos vuelva en contra. La mentira tiene relación con la ilusión, el engaño y la poca capacidad de tolerar con autenticidad aquello que nos pasa. Quizá por eso todas las personas algunas vez escondimos algo o nos resistimos a enfrentar la verdad. Por ello es bueno guardar la vara acusadora en el cajón. Reflexionar y bucear en nuestro interior es un buen camino para comprendernos un poco más y, desde allí, empezar a modificar aquello que deseamos cambiar

Muchas personas mienten en el afán de conseguir la aprobación externa, ya que ellas mismas no se aprueban tal cual son. Muchos hombres exageran sus cualidades masculinas y dicen ser protectores cuando en realidad son algo inmaduros y actúan como adolescentes. En el caso de las mujeres que tampoco se aprueban a sí mismas, suelen fantasear con una vida que no es la que en realidad viven. La mayoría dice tener un marido e hijos sumamente maravillosos, que viven pendientes de ella y la ayudan todo el tiempo. En realidad, todas las mujeres sabemos, que el 90% de ellas, primero es madre, luego esposa y finalmente se dedica algo de tiempo para sí misma.

De todos modos, a la larga o a la corta, las mentiras más gordas; se descubren, y en ese caso y de acuerdo a la gravedad de los hechos que las generaron, pueden ser más destructivas que la verdad más cruda. Por eso, antes de abrir la boca ;ya sea para soltar una tira o una verdad dolorosa) hay que pensar muy bien lo que se va a decir y cómo se va a decir. No hay que olvidar que la mentira genera desconfianza y contribuye a romper el vínculo de una pareja. Siempre conviene evitar lastimar a la otra persona, pero no a base de mentiras que tarde o temprano serán descubiertas. La verdad tampoco es siempre la mejor solución. Muchas veces es preferible simplemente callar. Hay verdades que pueden causar un dolor innecesario y a veces es mejor esperar a que llegue el momento oportuno para hablar con serenidad y muchísimo tacto

Las mentiras aunque sean piadosas, pueden generar un sentimiento de desilusión que para el que la recibe, puede resultar dramático, cruel y en ocasiones peligroso. En diferentes momentos de nuestra vida todos hemos llegado a desilusionarnos. La desilusión moderada nos pone de mal humor y nos hace sentir decepcionados. Una desilusión aguda puede generar un estado depresivo y en algunos casos llegar al odio y hasta el suicidio. Pocas personas están conscientes que su desilusión es el resultado de que se rompe una ilusión que han manufacturado por sí mismas. La desilusión no sería posible sin la fantasía, y la fuerza destructiva de la desilusión no es mayor que la fuerza y la energía que se usó para construir la fantasía de la que proviene

Toda persona vive en dos mundos: el mundo real y el mundo de la ilusión. Desde la infancia, hombres y mujeres desarrollamos ideas y creencias que son totalmente imaginarias. Las fantasías son una forma de enfrentar el dolor, los problemas y las dificultades que presenta el mundo real. Estas fantasías permiten de una forma mágica a su creador escapar de la ansiedad y de la realidad; y mientras más grande es la necesidad de escapar, mayormente nos apegamos a la fantasía.

Al principio las fantasías parecen inofensivas, pero vivir en la fantasía le impide a la persona de enfrentar la riqueza que la realidad nos ofrece. Soñar con un pastel que no existe no llenará nuestro estómago del pan que necesita y el resultado es la inanición.

Ninguna persona puede pasar del mundo de la ilusión al mundo real sin pasar por una ilusión, pero el daño psicológico sería menor si tomáramos en cuenta tres cosas:

Primero.- Es difícil separar la fantasía de la realidad, pero la batalla es fructífera y termina en crecimiento emocional y felicidad

Segundo.- La persona debe hacerse responsable de sus ilusiones y solo así puede escapar del mundo de la fantasía en la que ella misma se metió

Tercero.- hay algunas ilusiones que son particularmente comunes en nuestra cultura. Estas ilusiones han pasado de padres a hijos y a través de los libros, películas, televisión, canciones, etc.

Familiarizarnos con estas ilusiones puede facilitar que nos deshagamos de ellas.

La ilusión del amor:
El amor es maravilloso, pero no es la llave que soluciona las dificultades humanas que todos debemos enfrentar. Nuestra cultura promueve el mito del amor a través de canciones, poemas y cuentos, pero esto es solo un mito. No importa que tan enamorados estemos, siempre tendremos problemas con nosotros mismos, con el ser amado, con los demás y con el mundo en general.. El amor hace un poco más fácil enfrentar los problemas, pero la vida permanece siendo difícil.

La ilusión del matrimonio
Esta ilusión prevalece especialmente entre las personas muy dependientes, que carecen de un sentido de identidad y de confianza en sí mismas. Estas personas ven al matrimonio como la solución a todos sus problemas y una forma de tener seguridad en un mundo tan difícil y peligroso. Para muchas mujeres el matrimonio es el cumplimiento de sus fantasías infantiles, un substituto de los defectos de sus padres, una vida de placer sin fin, la terminación de sentimientos de soledad y de vacío. El grado de fantasías que lleva una persona al matrimonio determina el grado de desilusión y de coraje cuando descubre que sus creencias eran solo ilusiones. El matrimonio puede dar muchas satisfacciones, pero nunca es la solución para los problemas personales, ni tampoco es un substituto para la necesidad de crecimiento personal. El matrimonio tampoco es un antídoto para los sentimientos de soledad: tener una pareja y unos hijos puede disminuir estos sentimientos, pero es el autodesarrollo y la aceptación personal lo que nos permite ser constructivos aún estando solos. Muchas personas tienen la ilusión de que el matrimonio y el amor les dan el éxito completo. Esta expectativa puede llevar a grandes desastres

La fantasía de la juventud.-
Realmente sabemos que vamos a envejecer, que va a desaparecer la belleza y aparecerán problemas de salud, pero a pesar de esto muchas personas en forma subconsciente tienen la ilusión de la eterna juventud. Estas personas son víctimas fáciles para cualquier charlatán que promete toda clase de tratamientos para verse jóvenes. Algunas personas se involucran en actividades inapropiadas para su edad y su salud que pueden traerles serios problemas físicos.

Algunas mujeres tratan de vestirse y actuar como adolescentes para negar su edad. Las personas que caen en la ilusión de la juventud se deprimen en la medida que van envejeciendo. En su continua búsqueda de algo que no es posible, se pierden del placer real de las actividades propias de su edad y de disfrutar cada etapa de la vida.


La ilusión de la dependencia.-
Las mujeres no son dependientes, incapaces, ilógicas, altamente emotivas o improductivas por naturaleza. Estos son falsos prejuicios que se le han atribuido a la mujer por mucho tiempo; sin embargo, hay muchas mujeres inteligentes, competentes y potencialmente independientes creyendo en la ilusión de la dependencia que pasan su vida entera siendo dependientes y sin logros personales.

Todas las ilusiones, y hay muchas mas, nos impiden madurar emocionalmente. Madurar no es fácil, pero puede resultar en un mayor grado de felicidad y puede prevenirnos de dificultades emocionales y aún de desastres. Enfrentar la realidad y deshacernos de falsas ilusiones es un paso fundamental para alcanzar la salud mental

Cambiar la manera de pensar

El hombre es un ser pensante. El hecho de pensar nos diferencia de los otros animales que carecen de esta capacidad. Los animales actúan por instinto, algo que indica al animal en cada momento cuál es la conducta que debe seguir. Lo que distingue al hombre es que no tiene una conducta predeterminada para cada situación.

Ante una situación determinada, tú puedes elegir cuál es la conducta que quieres adoptar. Quiere decir que, hasta cierto punto, puedes decidir tu futuro, cosa que le está vedada a los animales. Este futuro a que me refiero puede ser el próximo minuto, el próximo día o los próximos cinco años. Lo que importa es que no hay nada que diga que en ese futuro las cosas serán como ahora, salvo que tú mismo lo decidas así.

Ante una afirmación como ésta, tu puedes aceptarla sin más o comenzar de inmediato a enumerar todos los factores que te impiden decidir cuál será tu futuro, en suma, todas las ataduras que mantienen en la situación en que te encuentras ahora. Lo curioso es que seguramente te olvidarás de mencionar la principal causa que te mantiene adonde estás: tu pensamiento.

Efectivamente, el pensamiento que es lo que te permite adoptar nuevas conductas es, al mismo tiempo, el que te limita las opciones que puedes elegir. Las creencias, que son pensamientos fijados en tu mente, te dicen qué es lo que puedes y qué es lo que no puedes hacer. De modo que, como puedes ver, tu pensamiento condiciona tu futuro.

De lo antedicho se deduce que si quieres cambiar tu futuro primero tienes que cambiar tu forma de pensar. Si no quieres que tu futuro sea igual a tu presente, debes comenzar por pensar que un futuro diferente es posible, y luego debes pensar cuál quieres que sea ese futuro. Pero atención, que no cualquier cosa que se te ocurra pensar puede ser posible.

Debes analizar cada una de aquellas creencias que por esto o por lo otro has incorporado, muchas veces en forma inconsciente, pero en última instancia por tu propia voluntad. Con respecto a cada una de ellas debes decidir si quieres seguir manteniéndola o si ya su plazo ha caducado y puedes desprenderte de ella sin inconvenientes.

Una vez hecho esto, tienes el horizonte claro para comenzar a planear tu futuro y aquí es donde la confrontación con la realidad es ineludible. De nada serviría tratar de obsesionarte con ideas que luego la realidad se encargará de demostrarte que eran meras fantasías. Pero justamente de esto se trata el pensamiento, y esto es lo que nos distingue como humanos. El pensamiento es lo que nos permite distinguir la realidad de la fantasía, y lo que es posible de lo que no lo es.

Una vez que has elegido un futuro que es posible de realizar, de nuevo la forma en que pienses influirá en que lo puedas lograr o no. Dependiendo de cuál sea la distancia entre tu punto de partida (el hoy) y tu punto de llegada (el mañana), necesitarás poner mayor o menor empeño en tu propósito, y ese empeño debe reflejarse en la cantidad de pensamiento que le dediques.

Si en general estás satisfecho con tu existencia actual, y solamente quieres introducir algunos pequeños cambios, solamente necesitarás pensar en ello de vez en cuando, cada vez que decidas ocuparte del tema. Si en cambio quieres introducir cambios drásticos en tu vida, no lo conseguirás a menos que hagas una obsesión de ello.

Todas las personas que han conseguido realizar grandes transformaciones en su vida, ya sea en el plano material o espiritual, han sido personas obsesionadas por una idea. Una obsesión es una idea dominante, o sea un pensamiento dominante. Ese pensamiento ha sido lo que le ha permitido a esas personas cambiar su futuro. Pero no estoy queriendo decir que todo el mundo debe tener una obsesión, ni siquiera que tener una obsesión es siempre una buena cosa.

Muchas de las personas que han perseguido una obsesión en su vida, se han dado cuenta, a veces demasiado tarde, que por hacerlo han realizado sacrificios que luego han lamentado. El pensamiento, tu gran ayudante, te indicará cuáles son los sacrificios que debes realizar para conseguir lo que quieres. Solamente tú debes decidir si realmente vale la pena hacer esos sacrificios, sin hacer caso de los cantos de sirena de la sociedad de consumo que constantemente trata de convencerte de que lo mejor es tener más y más, sea de esto o de lo otro.